Independiente no tiene paz. La gigantografía que recibe a los hinchas sobre la calle Ricardo Enrique Bochini exhibe la grandeza del “rojo”: las siete Libertadores que lo ponen en el escalón más alto de los dioses de América.
Hoy, los tiempos de gloria quedaron muy atrás, tanto que en este 2024 Independiente se tiene que conformar con mirar por televisión cómo otros equipos recorren los caminos del subcontinente para disputar el torneo más relevante y el segundo en importancia. Entre ellos, su vecino y rival eterno Racing.
Pero no se trata sólo de cuestiones futbolísticas. En el origen se encuentra lo institucional. Malas gestiones llevaron a épocas sombrías: en lo deportivo, el descenso en 2013 significó tocar fondo.
El rápido regreso a la elite pareció preanunciar una recuperación del club de Avellaneda. Sin embargo, la última década sólo trajo un par de alegrías para sus hinchas, con la Copa Sudamericana 2017 en primer término, a la que se le agregó la extinta Suruga Bank 2018.
Aquel ciclo encabezado por Ariel Holan terminó mal pese a sus éxitos, tanto como la gestión de los Moyano, quienes dejaron muy endeudada a la institución tras implementar una política de incorporaciones sumamente polémica y con rédito casi nulo.
Se veía venir un cambio de conducción. La “grieta” de la política nacional encontró terreno fértil en Independiente. “Salió” la corporación sindical, “ingresó” el Pro, de la mano del presentador televisivo Fabián Doman.
Pero los problemas continuaron, y poco después hubo presidente renunciante y el desembarco del actual, el antes vicepresidente Néstor Grindetti, quien durante meses dividió energías entre el sillón presidencial del “rojo” y su candidatura –fallida- a la intendencia de Lanús.
Y mientras tanto… las inhibiciones por deudas impagas a exjugadores se sucedían. Santiago Maratea armó una célebre colecta entre los hinchas para reunir unos cuantos millones de dólares. La iniciativa tuvo éxito, pero menos del augurado por su gestor. Y como todo lo que acontece en Independiente por estos años, también generó polémica.
El año pasado, tras la partida de Ricardo Zielinski y con la amenaza de un nuevo descenso en el horizonte, la dirigencia tomó una decisión arriesgada: la apuesta por Carlos Tevez como entrenador lógicamente produjo resistencia entre los hinchas, por su identificación con Boca.
Con un plantel no demasiado cualificado, el “Apache” se las arregló para darle una cierta solidez a su equipo. No sólo evitó la pérdida de la categoría con holgura, sino que estuvo a punto de meterse en los playoffs de la Copa de la Liga (Rosario Central, a la postre campeón, lo desplazó del cuarto puesto de la Zona A por goles).
Los hinchas, lejos ya de su tradicional “paladar negro” se rindieron, los resultados, como los goles, en el fútbol “son amores”. La victoria sobre Racing en el Cilindro, en la segunda mitad de 2023, sumó en ese sentido.
Pero lo dicho, el “rojo” no conoce de tiempos serenos. Por caso, la llegada del ecuatoriano Jhonny Quiñónez, enfáticamente defendido por Tevez (aunque últimamente lo relegó al banco de suplentes), motivó incluso cruces públicos del entrenador con la prensa partidaria.
Y si bien el equipo de “Carlitos” arrancó bien la presente Copa de la Liga, su presente se fue desdibujando hasta sufrir la “afrenta” de caer ante el recién ascendido Riestra sin presentar la más mínima batalla. Y un par de semanas antes había perdido el clásico como local.
Entre un partido y otro, sobrevino la visita a Barracas Central y la consabida polémica en torno al arbitraje de Pablo Dóvalo. Tevez fue una especie de “Don Quijote” contra molinos de vientos (la AFA de Claudio “Chiqui” Tapia) y fue dejado en soledad por los propios directivos del “rojo”, que intentaron por todos los medios bajarle los decibeles al inesperado frente de tormenta.
Aquella historia parece haber dejado heridas. Tevez por ahora sigue siendo el técnico de Independiente, pero casi nadie duda de que será difícil que complete su contrato, salvo milagro mediante (lo cual sería, en definitiva, que conquiste su primer título local después de 21 años de sequía. La obtención del Apertura 2002 quedó demasiado lejos en el horizonte.
La renovación del estadio con el nombre más largo del mundo “Libertadores de América”, ahora también con el agregado de “Ricardo Enrique Bochini” fue uno de los pocos aspectos positivos de los años recientes.
Es cierto que algunas refacciones del estadio fueron realizadas con aparente apuro y sin demasiado detalle (desde los flamantes palcos Bochini solo se pueden ver los partidos parcialmente, una ancha franja de césped es ocultada por la bandeja de plateas superior).
Hace unos días, tuvo lugar la primera edición de la “Noche del Rey”, conmemorando los viejos éxitos. Fue una velada de alta emotividad, con la presencia del propio Bochini y de Sergio “Kun” Agüero, entre otras glorias de la institución.
Cuando parecía que sacaría Atlético sacaría provecho del irregular presente de su rival, se dejó empatar sobre el epílogo y le dio una vida más a “Carlitos” y los suyos en esta Copa de la Liga. Al menos hoy, Independiente recibió una brisa de aire fresco, casi insignificante en medio de una era en la que el pasado dorado quedó casi en el olvido.